Danielle llegó a Madrid buscando seguridad y aprovechando una oferta de trabajo de la empresa donde trabajaba en Brasil. Siempre había querido vivir en Europa, aunque le costó dejar a su familia, sus amigos y la alegría de la samba, el carnaval y las playas.

Al principio sintió que los madrileños eran fríos y distantes, y que quienes la acogieron mejor fueron otros extranjeros. Con el tiempo entendió que era una cuestión cultural y aprendió a adaptarse a un trato más reservado, aunque todavía percibe que se valora más a los hombres que a las mujeres, especialmente si vienen de América Latina.

Lo que más le gusta de Madrid es el orden, la limpieza, el buen transporte público y el sol casi todo el año. “Ahora disfruto salir a restaurantes y vestirme más elegante. Me he adaptado rápido y, por ahora, no pienso regresar a mi país”.__