Retraté a Dagoberto en su taller de Tetuán, donde pude ver parte de su maravillosa obra artistica.

Allí me contó que se mudó a Madrid en 2009, después de haber vivido y trabajado muchos años en La Habana como parte del colectivo Los Carpinteros.

Comenzó a venir a Madrid después de ser invitado a participar en una exhibición. Se quedaba unos meses y luego volvía a La Habana, hasta que un día decidió quedarse, pues él y su pareja, buscaban un lugar con mayor estabilidad y proyección internacional. Madrid les ofrecía una posición estratégica en el circuito artístico europeo y les permitía mantener vínculos tanto con América Latina como con Europa. También querían tener un espacio más abierto para criar a sus hijos y desarrollar proyectos de manera independiente, fuera de las limitaciones del contexto cubano.

En Madrid encontraron un entorno fértil para conectarse con galerías, coleccionistas y museos internacionales, lo que terminó consolidando la ciudad como su base de trabajo y vida.__