Me contó Cristina que, cuando llegó por primera vez a Madrid, quedó deslumbrada y sintió un flechazo de enamoramiento con la ciudad. 

"Recuerdo aquella primera mañana caminando por las callecitas empedradas del Madrid de los Austrias que parecían sacadas de un libro de historia antigua. Luego llegué a la Gran Vía con sus majestuosos edificios clásicos y una multitud vibrante. Y al final del día ví los rascacielos al fondo de la Castellana...¡wao!.  Me embargó un sentimiento entre vértigo y fascinación, al pensar que esta ciudad llena de historia y de vida iba ser mi nuevo hogar."

Cristina dice que echa de menos sus afectos y el mar, pero que en Madrid encontró cultura y diversión a pie de calle. "Aquí no hace falta ni coche, ni mucho dinero para pasarlo bien y dejar que la mente y el corazón se ensanchen, pero, eso sí, hay que tener zapatos cómodos… ¡porque en Madrid se camina muchííísimo”__

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