Alexander llegó a Madrid  buscando un respiro, poco después de la huelga petrolera y general de Venezuela que buscaba forzar la salida de Chávez. El clima social y político lo asfixiaba, y necesitaba un lugar donde su trabajo pudiera crecer sin tantas limitaciones. Escogió Madrid porque la sentía cercana: compartía el idioma, la historia y una sensibilidad que lo hacía sentirse menos extraño. Al mismo tiempo, era una ciudad donde podía crear, con la distancia justa para mirar a su país sin estar atrapado en él. 

Lo que más le fascina de Madrid es poder caminarla sin prisa, descubrir sus rincones, sentir la luz en las calles y encontrarse con amigos que se volvieron familia. Le gusta cómo la ciudad respira arte y vida cotidiana al mismo tiempo. Pero no todo es fácil: a veces percibe la frialdad de la ciudad, su distancia inicial, esa exigencia silenciosa de adaptarse.

Alexander mantiene con orgullo su acento venezolano y algunos términos de su país, recordando siempre de dónde viene, pero aún así Madrid se ha convertido en el lugar donde puede crear, mirar atrás sin quedarse atrapado y, poco a poco, sentirse en casa.__