Retraté a Marcela en los primeros pasos de este proyecto. Me contó que llevaba apenas dos años en Madrid y que estaba feliz, porque por fin estaba cumpliendo un sueño que había perseguido toda su vida: dedicarse por completo a ser entrenadora personal. La ciudad le ofrecía un nuevo comienzo, no solo profesional, sino también personal. Vive cerca de su hijo y de su nuera, lo que le da una sensación de arraigo y de familia que valora profundamente. Además, suele ayudar a la hermana de su nuera a cuidar de su hija pequeña, lo que la mantiene conectada a la vida cotidiana y le brinda un espacio de ternura que equilibra el esfuerzo físico de su trabajo. "Madrid -me decía- me ha dado la oportunidad de sentirme en casa y de vivir la vida que había deseado durante años.”__